
Los Juegos Olímpicos de París se han envenenado, pero la toxina se venía inoculando hace mucho. No ha tenido nada de espontáneo. La polémica en torno al combate de las boxeadoras Imane Khelif y Angela Carini, forzada e inflamada, es un episodio más de cómo la internacional del odio se sirve de todo su arsenal para contaminar cualquier debate. Pero este no es un éxito cualquiera: han logrado envenenar un acontecimiento planetario. Las últimas 24 horas las redes han ardido y, como siempre que arden, alguien había sembrado de cerillas el bosque.
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